
Todo hombre lleva dentro de sí el deseo de la felicidad y la paz verdadera. Esta alegría prefecta se logra en la unión íntima del alma con el Dios Creador, Padre de todas las cosas, y presente en cada una de ellas. Para llegar a este descanso en la contemplación del Amado, hay un camino muy simple; basta abrir los ojos y leer el libro de la creación. Se trata de buscar al Dios escondido, rastrear las huellas que Él mismo ha dejado impresas, y ser impulsados por el amor a Cristo crucificado. San Buenaventura viene a ser nuestro guía en este itinerario. Él nos explica cada uno de los pasos a seguir manifestando en ellos la propia experiencia, la misma que comenzó sumido en la meditación en el monte Alverna. Prolonga así, también, el espíritu de su padre San Francisco de Asís.